Opinión
Oriol Ribet i Casademunt
Opinión

Una atención primaria rota

Como no quiero hacer un artículo en base a afirmaciones generales, lo haré sobre un caso concreto: el mío. Yo, antes de la pandemia, conocía a mi médico de cabecera; y ella conocía mis males, los comprendía. Nos veíamos en persona, y hablábamos. Ya entonces, como muchos catalanes, tiraba de sanidad privada -las mutuas-, pero sabía que aquella doctora tan amada en el pueblo siempre estaría, como la sanidad pública que representaba. Una red de seguridad.

Pero con la pandemia, todo cambió. Desde entonces, con el simple gesto de acceder a la carpeta de Mi Salud, he podido comprobar cómo mi médico de cabecera ha cambiado, al menos tres veces. A pesar de eso, optimista por naturaleza y porque creo en la sanidad pública, los remito informes y análisis, y los explico la medicación que me han recetado (en la privada). Todo online, claro, porque pedir hora es una quimera.

Hace escasos días, la nueva médico de cabecera me llama. Me explica que un indicador de salud que me ha hecho analizar un especialista privado porque lo considera importando, a la sanidad pública ni siquiera se mira. Y que de acuerdo, que me tome el tipo de medicamento que me ha recetado el especialista, pero no exactamente lo mismo. Acaba resultando que lo que me propone -en la farmacia así me lo indican-, no es demasiado aconsejable. “Quédate con el medicamento que te dijo el especialista, porque contiene una molécula más moderna y eficaz; y págalo de tu bolsillo”, me recomiendan.

Rotación continua de profesionales y pocos médicos que se quieran dedicar, sin embargo, sobre todo, saturación e incapacidad para hacer medicina preventiva

Vuelvo a la consulta del especialista privado. Y juntos nos lamentamos del hecho de que la atención primaria está rota. Rotación continua de profesionales y, en el futuro, pocos médicos que se quieran dedicar. Pero sobre todo, saturación e incapacidad para hacer medicina preventiva, la que hace que los enfermos cuiden su salud antes de que tengan un infarto, un ictus o cualquier cosa por el estilo. Entonces acabarán en el hospital, y su tratamiento será mucho más caro de lo que habría costado un seguimiento exhaustivo de su salud de forma preventiva.

Así que los catalanes estamos más divididos que nunca. Y no sólo por la política. Lo estamos también, y de manera mucho más decisiva, por si dependemos o no en exclusiva de la sanidad pública. Si hay un Govern digno de este nombre, que se lo haga mirar.

Categoría: Opinión
Etiqueta: Salud