Opinión
Miquel Pellicer
opinión

El fin de las redes sociales

Umberto Eco tendría que dar saltos de alegría con este titular. Antes de morir el año 2016, Eco dejó una idea lapidaria: “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solamente al bar después de un vaso de vino, sin estropear la comunidad”. Precisamente el semiólogo, filósofo y escritor italiano, autor de un clásico sobre la evolución de los medios de comunicación de masas, ‘Apocalípticos e Integrados’, había decantado la balanza con una visión muy agria sobre las plataformas sociales. Esta visión apocalíptica se ha ido imponiendo por diferentes motivos, efectos y patologías

Estos días la caótica toma de posesión de Elon Musk en la jaula de Twitter se junta con el declive financiero del imperio de Meta. La empresa de Mark Zuckerberg ha perdido centenares de miles de millones de dólares en valor y ha tenido que despedir miles de trabajadores. Con este contexto, resuenan de nuevo los debates sobre la fecha de caducidad de las redes sociales, asociando el futuro de empresas, creadores y plataformas...

Estamos en una mutación del ecosistema de redes sociales pero no ante su fin

El lado oscuro. En el 2016 descubrimos que Cambridge Analytica había recopilado datos de millones de usuarios de Facebook sin su consentimiento para la difusión de propaganda política de la campaña electoral de Donald Trump. No era un hecho puntual, sino la sistemática manipulación de las plataformas sociales para intereses políticos, económicos y comerciales. 

La toma de conciencia sobre los efectos perjudiciales de las redes sociales ha evolucionado. El clima de desencanto y saturación se ha traducido en crecientes investigaciones sobre el efecto perverso de las redes sociales comparándolas al tabaco y el alcohol; investigaciones periódicas del Senado de los Estados Unidos en las empresas de Silicon Valley; multas millonarias en estas empresas por parte de la Unión Europea; y problemas reputacionales de los Bezos, Zuckerberg, Gatas, Musk, Thiel o Page, que han pasado de ‘padres fundadores digitales’ a ‘señores tecnofeudales’. 

A partir de aquí, algunos apuntes para entender este contexto biotecnopolítico en el que vivimos:

  1. Un ecosistema en evolución. Estamos en una mutación del ecosistema de redes sociales, pero no ante su fin. Meta y Twitter son una parte importante del ecosistema de redes, pero allí donde pierdan vigencia que se ponga TikTok. Sus usuarios pasan una media de 96 minutos al día en la aplicación, casi cinco veces lo que pasan en Snapchat, triplica su tiempo en Twitter y casi el doble de su tiempo en Facebook e Instagram, según la empresa de análisis de datos Sensor Tower.
  2. Publicidad. Las redes sociales afrontan tiempos duros. La subida de tipo y el deterioro de la publicidad obligan a una disciplina de costes. Los analistas fijan ahora sus debilidades de este ecosistema con un entorno macroeconómico más débil que afectará a los ingresos publicitarios y unos tipos de interés más altos que inciden negativamente en las valoraciones.
  3. Punta del iceberg. En Estados Unidos se habla ya del #TechWinter. 183.000 personas ya se han visto afectadas por despidos de grandes empresas tecnológicas, unicornios tecnológicos y las principales startups durante este año, según la empresa de contratación TrueUp
  4. Redes sociales burbuja. La cultura de la cancelación y los filtros burbuja han provocado el incremento del uso de redes y plataformas para informarse de manera alternativa. BitChute, Gab, Gettr, Parler, Rumble, Telegram o Truth Social son algunos de los nombres de estas aplicaciones. Los ideales de la libertad de expresión y los temas políticos acalorados prevalecen en estos lugares, que atraen elogios de los usuarios, sobre todo en los entornos ultraconservadores. 

La toma de conciencia sobre los efectos perjudiciales de las redes sociales ha evolucionado en paralelo a la saturación y el desencanto

Estos días, el ciberactivista y promotor del acceso libre de Internet, Aaron Swartz, habría hecho 36 años. Casi diez años después de su muerte sigue siendo un símbolo de la libertad en la red. No creo que el panorama actual fuera el escenario deseado por Swartz. Figuras como la suya nos recuerdan, como dice el periodista Albert Lloreta, que es un “buen momento para recuperar ideas del viejo Internet DIY donde estábamos internautas fabricantes y no usuarios hámster”.