Opinión
Jordi Cabré
opinión

El conflicto español

El Estado español neutralizó (de momento) el proceso de autodeterminación de Catalunya, pero lo hizo con trampas. Eso lo sabe todo el mundo, incluso los más furibundos defensores de la unidad en destino en el universal, que utilizan orgullosa ostentación de los abusos de autoridad que tuvieron que hacer. El problema de hacer trampas contra el enemigo es que, si eres una democracia (“llena”, como les gusta adjetivar), estas trampas te rebotan tarde o temprano y ahora nos encontramos, con la crisis de la renovación de los cargos judiciales, que España no tiene salida. Como sucedió con Catalunya, España no encuentra la manera de salir con la suya si no es haciendo trampas: trampas sean por parte del PP o por parte del PSOE, pero trampas, al fin y al cabo, para saber quién acaba mandándolo todo. Si eso no es la enésima constatación de que el pacto del 78 está desmenuzado, más allá de la grieta catalana, ya no sé qué tendría que hacer más falta. Bien, sí, claro está: que el rey o el ejército también dijeran la suya. Bien que lo hicieron, los dos, el año 78.

Donde nos encontramos ahora es que ahora este arbitraje de “lawfare” ya no sólo perjudica a los catalanes, sino que impide ninguna reforma importante de España

España necesita actualizar su pacto constitucional, ya no con Catalunya, sino con ella misma. No es creíble que España haya sufrido dos intentos de “golpe de estado” en solo cinco años, aunque sean no violentos o maneras de “reventar el sistema desde dentro”: y si es cierto que eso ha pasado, alguien se tendría que plantear si el problema no es la Constitución misma y los años que hace que guarda las apariencias con bótox y silicona. Quizás es esta la verdadera última ocasión para comprobar si España se quiere reformar o no, y si quiere hacerlo a las buenas. El PSOE empujó tanto o más que el PP para reprimir las ansias de autodeterminación de Catalunya, y todavía ahora enarbola la bandera del 155 como “solución” al “problema” más allá de la guerra judicial. Y, mientras tanto, el sistema se les va desmenuzando sin darse cuenta de que el “problema” que pide “solución” son ellos mismos. Y un sistema que se han cargado solitos.

España necesita actualizar su pacto constitucional, ya no con Catalunya, sino con ella misma. No es creíble que España haya sufrido dos intentos de “golpe de estado” en sólo cinco años

El árbitro es parcial y quiere marcar goles, sí, pero no nos engañamos: ya lo era, de parcial, el TC que tumbó el Estatut en tiempo de Zapatero. Con mayoría “progresista”. Donde nos encontramos ahora es que este arbitraje de “lawfare” ya no solo perjudica a los catalanes, sino que impide ninguna reforma importante de España. Pero cuenta: ¿qué sucede cuando un árbitro se comporta de manera abusiva repetidamente, en un partido de fútbol? Que el público acaba invadiendo y tomando el campo. O el público o la Guardia Civil, claro está. He ahí donde se encontraba Catalunya en el 2017, y donde se encuentra España ahora. En los ojos de toda Europa, afortunadamente.