Opinión
Juan Ignacio Soto Valle
Tiempo de lectura: 3 minutos
Opinión

La Delación

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Vaya, vaya. Ahora resulta que la delación no vale. Es una trampa. Limita de manera impropia e ilegítima el derecho a la defensa del acusado. Es una cosa propia de traidores. El delator según como puede llegar a blanquear al acusado al presentarlo como indefenso. Vaya, vaya.

Veamos. La delación -"delatio” o denuncia en latín— consiste en poner en conocimiento de una autoridad un delito o falta y la identidad de la persona que lo ha cometido y se refiere también a este viejo derecho premial romano que recompensa a aquel que ha participado en los hechos, facilita la tarea investigadora o probatoria a cambio de una reducción de la pena. Esta figura está en los procedimientos penales de todas las democracias occidentales. También en la nuestra.

La delación es una figura arraigada a nuestro derecho penal, casi tan antigua como la malversación de caudales públicos, difícil de modificar, incluso con la famosa ‘cirugía fina’ que tanto le gusta a Gabriel Rufián. Es como la compraventa, el mutuo o el comodato, que son lo que son desde que existe el Campidoglio romano. Y vayan ustedes a intentar modificar eso en un fin de semana a ver qué sale. Pues si o sí… o no. Lo más probable es que salga mal.

La delación es una figura arraigada a nuestro derecho penal, casi tan antigua como la malversación de caudales públicos, difícil de modificar, incluso con la famosa ‘cirugía fina' que tanto le gusta a Gabriel Rufián 

Los acuerdos de los fiscales, por más que algunos intenten situarlos en las zonas oscuras de nuestro sistema judicial, son limpios como los rayos del oro. Se trata de que alguien, esté o no acusado de un delito, aporte pruebas sobre su comisión e identifique al sujeto o los sujetos que lo han cometido. Es decir, facilita la acción de la justicia. A cambio, la justicia, de acuerdo con la Ley —claro está— le concede los beneficios que la jurisdicción y el procedimiento penal permiten. Nada nuevo bajo el sol. Se hace con los arrepentidos y nadie se escandaliza.

Los acuerdos de los fiscales, por más que algunos intenten situarlos en las zonas oscuras de nuestro sistema judicial, son limpios como los rayos del oro

Quizás a algunos nos resulte mucho más escandaloso que personajes como el falangista Emilio Hellín, antiguo miembro del Batallón Vasco Español y asesino —o si lo prefieren autor de un homicidio doloso— de mi paisana Yolanda González Martin, aparezcan como peritos en según qué procedimiento para intentar desbaratar las pruebas de vaya usted a saber qué tejemanejes no se hayan obtenido debidamente. ¡Aquí el sarcasmo resulta de los hechos y hiere, vaya si hiere!

La delación está ligada a la prueba y a la represión del delito desde tiempo inmemorial - entiéndame. Presentarla por un acusado o acusada - o por sus defensas - como una cosa sucia, indigna o como intolerable limitación de su derecho a la defensa es ante todo revelador de la debilidad argumental en que aquella se sostiene. Y así saldrán las cosas. ¡Mejor que renuncien a según qué peritos!