Opinión
Jordi Cabré
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opinión

¿Y nosotros?

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El capítulo del aspirante a funcionaria del cuerpo de enfermería que se reía de la necesidad de aprender el “puto catalán” para obtener la plaza nos ilustra no sobre su estupidez, lo bastante bien diagnosticada por unanimidad, sino sobre nuestra condición de ciudadanos en inferioridad. Inferiores, quiero decir. De segunda.

Hace falta que los ciudadanos y administración vuelvan a alzar el jefe y dejen de pedir perdón, no para fastidiar a nadie sino para proteger la lengua propia

Hoy día nadie osa ya elaborar una nueva ley de política lingüística, con más medidas de fomento y más sanciones para las vulneraciones de derechos lingüísticos, por miedo a no herir a la comunidad castellanohablante. Cuenta no sanciones demasiado, que les harás enfadar. Vigila no impongas nada, que eso les ofende. Cuenta no favorezcas demasiado la lengua propia en ningún ámbito, que te sacarán el principio de bilingüismo. Es así como han ido laminando la inmersión lingüística ante la imperdonable pasividad (o impotencia) de nuestras administraciones, como han evitado todo avance en áreas como la administración de justicia (pobrecitos jueces, se ve que son de cerebro más limitado que las enfermeras para sacarse un C1) o bien, incluso, han introducido a TV3 el criterio de cambiar a “cualquier lengua en que hable al experto” como si eso no fuera una norma que aplicada a nivel general lo anula absolutamente todo. Han olvidado los derechos de los catalanohablantes, hemos olvidado nuestros derechos y nuestros deberes, y hemos puesto por delante de todo el ser “simpáticos” y “empáticos”. A nosotros, en cambio, nos puede ofender todo el mundo que quiera. Ya se sabe, nosotros ya hace siglos que estamos acostumbrados.

Hoy día nadie osa ya elaborar una nueva ley de política lingüística, con más medidas de fomento y más sanciones para las vulneraciones de derechos lingüísticos, por miedo a no herir a la comunidad castellanohablante

No es solamente con que la mitad de la población catalana sea catalanohablante, sino que conviene apuntar que aproximadamente la mitad de la población catalana es independentista. Y que el 80% de la población es como mínimo autodeterminista, o está a favor por ejemplo de la inmersión. Todo eso se ve que ya no importa. No se puede tener un programa explícitamente independentista en la televisión pública porque se ve que eso “ofende” a demasiada gente. El resultado de esta absurda simetría es la orfandad a ambos lados, la esterilización, la falta de estímulo y la mediocridad. Hace falta que los ciudadanos (pidiendo el café o el menú en catalán tantas veces cómo haga falta) y administración (actualizando las leyes y defendiendo nuestro autogobierno) vuelvan a alzar la cabeza y dejen de pedir perdón, no para fastidiar a nadie sino para proteger la lengua propia. 

Lo de menos es si una enfermera nos ha ofendido: lo importante son las ofensas diarias que pasamos por alto porque no queremos “ofender” a nadie. ¿Un día tenemos que enarbolar uno inmenso y nosotros”? lingüístico que, por necesidad, desemboca en el político. Porque lo que nos pasa, efectivamente, es un claro ejemplo de vivir en un país ocupado. Y un día tendremos que decir basta.