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Nausícaa Hernàndez
Tiempo de lectura: 7 minutos
opinión

¿Qué es la cultura de la violación? 10 ejemplos fáciles de entender

Tiempo de lectura: 7 minutos

No hace demasiado, la ministra Irene Montero acusó al PP de promover la cultura de la violación. Eso generó una oleada inmediata de indignación en el Congreso. Os dejo aquí el momento por si lo queréis recuperar.

Mucha gente no lo entendió, y en el fondo no me extraña. A mí de pequeña me dijeron que el machismo era “que antes los hombres no limpiaban” y crecí creyéndomelo. Después la realidad, a base de hostias, se fue haciendo evidente.

Quiero pensar que con la cultura de la violación pasa lo mismo. Durante mucho tiempo se consideró que la violación era la consecuencia de haber provocado a un hombre, y mucha gente no ha ido más allá de esta idea. Por eso hoy traigo 10 ejemplos para entender qué es, y como se materializa, la cultura de la violación.

1. Empezamos por el porno, que es de los más evidentes. Si nunca habéis mirado, incluso si tan solo lo habéis buscado, seguramente habéis acabado viendo situaciones que parecen violaciones (o que directamente las simulan). De hecho, en el 2019, el vídeo porno más visto era la simulación de una violación en grupo. Acumulaba 225 millones de reproducciones. 

Mi generación, y las anteriores, se han educado en este ámbito mezclando intuición y porno. Y así vamos. Ahora se quiere introducir educación sexual al currículum escolar y mucha gente está en contra... Debe ser que ya les parece bien que las lecciones sean de la conocida editorial Pornhub, y el profesor a quien hacer preguntas, Google:

2. Con los dibujos animados aprendí que las das (niñas incluidas), éramos un objeto de deseo para los hombres. ¿Recordáis en Nobita utilizando inventos para colarse en el lavabo de la Shizuka y espiarla mientras se bañaba? ¿Y Lola Bunny?

3. A partir de 6.º de primaria, el extraño era acabar la jornada escolar sin que nadie nos hubiera tocado el culo o los pechos. Era una especie de “juego” en que básicamente las niñas corríamos y gritábamos para intentar evitar que los niños nos sobasen.

A mí de pequeña me dijeron que el machismo era “que antes los hombres no limpiaban” y crecí creyéndomelo   

Muchos profesores eran conscientes, pero, en mi caso, nunca nos dijeron que aquello era inaceptable. Ellos no tenían ningún derecho a tocarnos y nosotros teníamos todo el derecho del mundo a denunciar la situación, pero acabamos interiorizando la idea contraria. 

4. Cuando empecé a salir de fiesta, descubrí que esta práctica se traslada a las discotecas. Cambia un poco el modus operandi, pero viene a ser el mismo: lo que lo decide, te mete mano.

Incluso me ha pasado haciendo de camarera en un bar nocturno. Una vez un cliente me puso la mano en la entrepierna, aprovechando que había salido de la barra. Otro directamente alargó la mano desde el otro lado de la barra y me tocó un pecho.

Una vez tuve un debate con un chico que defendía a ultranza su derecho a tocar culos y tetas a conocidas y desconocidas. A media conversación dio un codazo al chico que tenía al lado. “Mira, carne fresca,” le dijo, mientras señalaba un grupo de chicas jóvenes que pasaba por allí. Es una definición bastante gráfica de cómo nos ven: como trozos de carne.

5. Hacia los 16 años, contesté por primera vez un baboso que me crucé por la calle. A esta edad ya estamos acostumbradas que, si un hombre lo decide, nos “puede” decir cualquier marranada. No sé cuál fue el detonante para que aquel día decidiera contestar, ni siquiera me dijo nada. El hombre me repasó 500.000 veces y, una vez nos hubimos cruzado, procedió a contorsionar el cuello para seguir aumentando la cifra. Me giré yo también y le dije “Qué miras?!?!.

Una vez tuve un debate con un chico que defendía a ultranza su derecho a tocar culos y tetas a conocidas y desconocidas 

Todavía recuerdo la adrenalina que me generó responder, no quedarme callada pensando “qué asco”. Él murmuró alguna cosa y siguió andando. Pero el sabor de victoria se desvaneció cuando el familiar que me acompañaba me lanzó: “quizás tendrías que mirar como vas vestida”. 

6. Desde bien pequeña me han advertido que tengo que evitar ser violada y me han dicho como hacerlo. No te vistas así, no provoques, no vuelvas a casa tarde, ni sola, ni por calles sin luz. A ellos no se los explica con la misma insistencia y contundencia que no tienen que violar. O que tienen que actuar si ven que eso pasa. Y nos encontramos siendo nosotros las que andamos por las llaves entre los dedos por si nos tenemos que defender. O haciendo lo que veréis al vídeo que dejo debajo. Puede hacer gracia, pero tiene un trasfondo triste y preocupante:

 
 
 
 
 
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7. Incluso las campañas institucionales nos dan consejos de este tipo. De hecho, cuando Montero acusó al PP de promover la cultura de la violación, hacía referencia a algunas de estas campañas:

8. Los titulares y el tratamiento que los medios hacen de las violaciones, acompañan el relato de los dos ejemplos anteriores: la responsabilidad la tiene la víctima. También refuerzan la costumbre de poner en duda su relato y la veracidad de la denuncia. Acabaré antes poniendo ejemplos que explicándolo:

9. Recibimos mensajes asquerosos a través de las redes sociales. Os dejo capturas de los comentarios que, durante un tiempo, fue habitual recibir por parte de un potencial acosador. Conservo pocas, pero servirán porque os hagáis una idea:

10. Tenía 17 años y, con tres personas más, fuimos a hacer un baño a unas rocas donde solo había un hombre haciendo nudismo. Nos pusimos a una distancia razonable para no molestar. Pensé, “pobre, tan tranquilo que estaba sin nosotros”. 

Yo era la única que hacía topless. Para echarme al agua tuve que andar unos metros hasta encontrar una roca desde donde saltar. Poco después, dos de mis acompañantes hicieron lo mismo, pero con cara de mala leche. ¿Qué había pasado para que cambiaran radicalmente de estado de ánimo?

Pues que el hombre que estaba haciendo nudismo había pasado a ser el hombre que se estaba haciendo una paja. El cambio lo había motivado que yo había pasado por delante suyo sin parte de arriba. Mis acompañantes se enfadaron conmigo y me riñeron por haber provocado la situación. 

Recuerdo que la sensación de impotencia se me comía. Alguna cosa dentro mío me decía que aquella situación era del todo injusta, pero no le sabía poner nombre. Ahora sí, machismo. Cultura de la violación.

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