Opinión
Sira Ponsa
Tiempo de lectura: 2 minutos
Opinión

No quiero ser militante

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Hace muy poco por enésima vez en uno sobremesa surgió el tema del catalán, y todo eran ays y uís. Y no con poca razón. Con todo, a menudo nos preocupamos por cuestiones que no son tan cruciales. Hay quien añora mucho los acentos diacríticos, o que se pone las manos en la cabeza si escucha un “bueno”. Una vez hace tiempo oí decir que no tendría que haber tele basura en catalán, porque “los catalanes no somos así”.

Precisamente, más tele basura y más vídeos de mierda tendría que haber en catalán.

¡Qué horror! Precisamente, más tele basura y más vídeos de mierda tendría que haber en catalán. Si continuamos por el camino estrictamente academicista y de la cosa pública, acabará siendo como el latín, que solo es vehicular (aunque ya me gustaría verlo) en el Vaticano, y fijaos que ellos sí que tienen un estado propio.

Lo que nos pasa es que estamos permanentemente sometidos a un estrés por nuestra lengua. ¡Cuidado cómo lo escribes! ¡El catalán pierde hablantes! ¡Los patios de las escuelas! Tenemos linguoansiedad.

El estado donde por ley pertenecemos no hace ningún esfuerzo, sino al contrario, y para acabar de adobarlo los políticos parece que hayan perdido el norte y en esta cuestión tampoco se atreven a hacer políticas valientes, cosa que no viene de ahora.

El estado donde por ley pertenecemos no hace ningún esfuerzo, sino al contrario, y para acabar de adobarlo, los políticos parece que hayan perdido el norte y en esta cuestión tampoco se atreven a hacer políticas valientes


Pero es que no todo es culpa de los hablantes, que ya me está cansando el tema. Estamos superacostumbrados a que las etiquetas de lo que compramos no estén en catalán, ni los manuales de los electrodomésticos, ni de los coches, ni las webs, ni casi nada. Y por los siglos de los siglos, amén. Acostumbrados como estamos a que nuestra lengua no esté presente en todos los ámbitos, no es de extrañar que nos aferremos a pequeños detalles. 

Las lenguas que disfrutan de una normalidad total, realmente solo dependen de los hablantes. Pero la nuestra, no. Ya podemos ir haciendo tantos #mantincelcatalà como quieras, y pensarnos que solo depende de nosotros, que eso no es cierto: necesitamos saber que tenemos una fuerza política detrás que nos convoya y quizás así algún día podremos dejar de ser militantes y pasar a ser hablantes.

Categoría: Opinión
Etiqueta: Lengua