Opinión
Jordi Cabré
OPINIÓN

Octubrismo, hoy

He dicho y escrito varias veces, para que no quepa duda, que una nación que no defiende su Declaración de Independencia no será nunca vista como una nación seria. Esto podría ser interpretado como que la Declaración del 27 de octubre del 2017 no sirvió de nada y es papel mojado, y no: yo digo exactamente lo que digo, que una Declaración se tiene que defender durante el tiempo que haga falta. Ahora imaginamos que no hubiéramos defendido el referéndum a capa y espada, incluso delante de una legión de policías locos, y hubiéramos marchado aquel mediodía a casa: el referéndum no habría tenido valor, tampoco político. Ahora bien: al mismo tiempo tengo que decir, y quiero explicar en este artículo, que la DUI del 27-O es un documento, es decir un hecho, de una importancia mayúscula en términos políticos y también en términos jurídicos. De hecho, lo es casi todo. ¿Por qué?

En primer lugar, porque era aquello que el Estado no habría esperado nunca que tuviéramos el valor de hacer. Habíamos flirteado con una consulta el 9-N, con un referéndum el 1-O y unas leyes de desconexión anuladas, pero nunca se habrían imaginado que les dijéramos en la cara que hemos decidido marcharnos. Es de una importancia histórica, fundamental, aquello que se dice antes y después: después de decir a tu pareja que se ha acabado puedes tardar todavía algunos meses, o incluso años, en hacer efectiva tu decisión... pero lo que es clarísimo a partir de aquel momento es que la pareja se ha acabado. Ahora, aparte de haber recibido palos por todos lados por parte del Estado, nos encontramos en una fase en que este nos promete que puede cambiar y que hay que pensar alguna otra fórmula. Una fase en que, además, nos hemos quedado sin fuerzas para un impulso unilateral. De acuerdo: pero incluso así, todo cambió el 27 de octubre del 2017. La Declaración puede ser nula según la legalidad española, pero políticamente lo cambia todo y abre la puerta a una nueva dimensión. Si se quiere y si se puede, claro está.

Que la Declaración supone el cruce del rubicón lo demuestran los hechos ocurridos justo después: el 155 se aprueba haciendo referencia al referéndum y a las leyes de desconexión, acontecimientos que hacía 26 y 50 días que sucedieron, es decir que habrían podido aplicar el 155 mucho antes (como, de hecho, intelectuales como Jordi Amat lamentan que no se hiciera). ¿Por qué se activa el 155 el mismo día 27, pues? Porque es a partir de aquella Declaración, teóricamente sin ningún valor jurídico, teóricamente “papel mojado”, que el Estado enloquece. Les dijimos que se ha acabado. Y, por cierto, de momento todavía no hemos aprobado nada colectivamente que diga lo contrario.

Categoría: Opinión