Opinión
Joan Salicrú
OPINIÓN

Que vuelva Convergència

En cualquier país democrático existen “fuerzas de gobierno” y “fuerzas de oposición”; es decir, formaciones que tienden a sentirse confortables en el ejercicio del poder –y por lo tanto son capaces de gestionar las presiones, las tensiones y los vaivenes que están vinculados– y partidos que tienden a creer que su aportación a la política del país es más bien contrastar constantemente sus posiciones con las de aquellos que gobiernan. No es este, pues, un esquema exactamente entre derechas e izquierdas sino entre fuerzas de orden, juiciosas, y por lo tanto conservadoras, y fuerzas más arrebatadas, más ideológicas, aunque también más atrevidas a la hora de plantear respuestas a los retos que nos van sobreviniendo.

En Catalunya, en tiempo de la Transición, las grandes fuerzas de orden habían sido el PSUC, el PSC y CiU (una de izquierdas, otra de centroizquierda y otra de centroderecha). Con la hibernación del PSUC y la creación de Iniciativa per Catalunya, el espacio postcomunista dejó de militar en las filas del orden a finales de los 80 y con el proceso CiU primero se descompuso y posteriormente también cayó en los renglones del irredentismo, a pesar de la apuesta fallida del PDEcat y la nonata Centrem. Esquerra Republicana, en cambio, ha hecho el proceso inverso: a partir de su conversión al independentismo a finales de los 80 se convirtió en la formación que quería romper moldes y el estatus quo del país, pero hoy el ERC de Junqueras y Aragonès ha vuelto a las filas del orden (como en los tiempos de Barrera y Hortalà) y de alguna manera intenta ocupar el espacio político de la antigua Convergència i Unió.

Esquerra intenta ocupar el espacio político de la antigua Convergència i Unió. Pero hay un problema, para poder conseguirlo: ERC no es CiU. Esquerra es progre, prosindicatos y proescuela; CiU representaba otra cosa

Ahora bien, hay un problema, para poder conseguirlo: ERC no es CiU. No lo es. Esquerra es progre, tiene una agenda de derechos sociales típica de las formaciones de izquierdas europeas, es más prosindicatos que proempresa, defiende la escuela pública enfrente de la privada y... en el conflicto del Oriente Próximo es propalestina, mientras que la CiU de Pujol había sido siempre proisraelí, para citar un ejemplo gráfico y algunas de las diferencias, que hay muchas. ERC tampoco tiene a día de hoy, a pesar de los esfuerzos del presidente Aragonès, la cultura de gobierno que tenía a CiU, digámoslo todo. No la tiene.

El país –el sector catalanohablante del país, afinémoslo– ha hecho una clara evolución en los últimos años respecto de su posición nacional (o quizás simplemente “ha salido del armario”), pero el país en su conjunto no ha cambiado tanto y sigue teniendo unas necesidades políticas parecidas a las de los últimos cuarenta años. Así, como a todos los países del mundo occidental, Catalunya sigue necesitando una formación de orden y de centroderecha, liberal en algunos aspectos y conservadora en otros, que represente los intereses de los empresarios, de la escuela concertada y de las asociaciones sanitarias privadas que forman parte, del ADN catalán sin ningún tipo de duda, por muy demonizados que estén por los entornos cupaires. Todo eso también es Catalunya y ahora parece que todos estos sectores no tengan a quien les quiera representar (se llega a dar el paroxismo que es el PSC a quien ahora flirtea con el establishment económico barcelonés). 

Catalunya sigue necesitando una formación de orden y de centroderecha, liberal en algunos aspectos y conservadora en otros, que represente los intereses de los empresarios, de la escuela concertada y de las asociaciones sanitarias privadas

Pero Catalunya sobre todo necesita una formación a la derecha del arco parlamentario que quiera gobernar, que quiera volver a prestigiar las instituciones nacionales, que esté dispuesta a recuperar el gradualismo en la consecución de sus objetivos. Que esté dispuesta a pactar con otras formaciones políticas, aunque las sienta bien alejadas. Que quiera hacer política, en definitiva. I Junts no representa esta propuesta política: no quiere clarificar su posicionamiento ideológico, prefiere el martirologio y la simbología al ejercicio del poder y no está dispuesta a aterrizar en el aeropuerto de la razonabilidad política. No quiere hacer política sino épica. Es perfectamente entendedor, el papel que intenta representar, y seguro que seguirá teniendo en el futuro un terreno electoral notorio, pero eso no tiene nada que ver con la tradición de la antigua CiU.

Pero Catalunya sobre todo necesita una formación a la derecha del arco parlamentario que quiera gobernar, que quiera volver a prestigiar las instituciones nacionales, que esté dispuesta a recuperar el gradualismo. Que esté dispuesta a pactar. Que quiera hacer política

Por el bien de Catalunya, creedme, que vuelva Convergència. O alguna cosa que se parezca. Lo mejor de la antigua Convergència, claro está; toda la parte de sombras –que hay y muchas– nos la podemos ahorrar. Catalunya no podrá recuperar la compostura política después de diez años de proceso hasta que su tablero de ajedrez político no vuelva a dar respuesta a todos los electorados que el país reclama.  

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