Opinión
Pere Rusiñol
Opinión

¿Impuestos o estragos?

Al establishment económico y político no les gustan los impuestos: aplauden en los que quieren rebajarles o incluso suprimirlos -como en el caso de Patrimonio y Sucesiones- y, en cambio, fustigan toda propuesta de crear nuevos, ni que sean excepcionales.

A los que dominan el mostrador económico, muy abrazados a la fe neoliberal, nunca les parece llegado el momento de aceptar impuestos que refuercen la cohesión social, tan amenazada. Ni siquiera ahora, cuando la gran mayoría de la población se afana por llegar a final de mes y ellos acaparan beneficios extraordinarios precisamente gracias a la crisis.

Cualquier impuesto, por modesto que sea, les parece incluso "confiscatorio". Y eso que, si tenemos en cuenta la historia, las propuestas actuales parezcan cosquillas.

Fijémonos en los Estados Unidos, tan admirados por el establishment nuestro y símbolo máximo de la libertad: entre la década de 1930 y la de 1970 los más ricos tenían que coger tipos impositivos de al menos el 70% sobre los ingresos netos, porcentaje que en periodos excepcionales -los momentos álgidos de la II Guerra Mundial- se elevaron hasta el 94%.

En los Estados Unidos entre 1930 y 1970 los más ricos tenían que coger tipos impositivos de al menos el 70% sobre los ingresos netos

¿Confiscatorio? Más bien la manera de evitar futuras incautaciones: era el precio a pagar para recoser sociedades trinchadas por los estragos del laissez-faire, que en economía siempre quiere decir la ley del más fuerte, y de la guerra, que tarde o temprano acaba derivándose.

Lo entendieron los más perspicaces defensores del capitalismo: pagar impuestos es la mejor manera de preservar el patrimonio: una auténtica vacuna contra la Revolución.

Afortunadamente, estamos lejos de los niveles de violencia de los años 30 y ahora nadie teme la Revolución. Pero empezamos a tener señales de alerta muy serias.

Los niveles de desigualdades, después de décadas de bajadas continuas de impuestos, ya son equiparables a la de aquellos años turbulentos; la guerra ha vuelto a Europa, los herederos de los partidos fascistas forman gobierno, reaparecen las hiperinflaciones y los estragos sociales son bien visibles y sin horizonte realista de mejora.

Con mirada larga, el dilema acaba siendo lo mismo: impuestos o estragos.

Los niveles de desigualdades, después de décadas de bajadas continuas de impuestos, ya son equiparables a la de aquellos años turbulentos

Al establishment le cuesta reaccionar, pero ya empieza ser imposible no oír el ruido de fondo. Hacerse el sordo empieza a tener consecuencias: lo acaba de comprobar el nuevo Gobierno británico, que ha tenido que hacer marcha atrás al programa de rebaja generalizada de impuestos por la oposición radical de los mercados.

No había pasado nunca de que los mercados rechazaran con esta virulencia un programa de bajada de impuestos. Debe ser que empiezan a tener miedo de los estragos. 

Categoría: Opinión
Etiqueta: Economía