Opinión
Saül Gordillo
Opinión

Fèlix Millet

Ha tenido que ser la consellera de Justicia y exsecretaria general de Podemos en Catalunya Gemma Ubasart quien conceda el tercer grado a Fèlix Millet, el saqueador confeso del Palau de la Música junto con su mano derecha, Jordi Montull. Gemma Ubasart, en una de sus primeras decisiones como consellera de Justicia después de la salida de Junts del Govern, ha concedido el tercer grado —ahora Millet sólo tendrá que acudir a prisión a dormir de lunes a jueves— por razones humanitarias a causa de sus problemas de salud. Un tercer grado que llega dos años y cuatro meses después de que el autor del mayor espolio que recordamos ingresase en el centro penitenciario Brians 1 para cumplir la condena de nueve años y ocho meses de prisión.

Millet recibe el tercer grado después de haber retornado al Palau de la Música —gracias a los bienes embargados a las familias de Millet y Montull— sólo 12 de los 23 millones de euros que tenía que devolver, aparte de pagar las multas fijadas. Fèlix Millet tiene 86 años y sufre una enfermedad grave que la junta de tratamiento penitenciario no puede obviar en su evaluación técnica para evitar concederle el tercer grado. Los datos y los criterios son objetivos y lo que no podía hacer la nueva consellera de Justicia era tratar a Fèlix Millet de manera diferente al resto de reclusos en condiciones similares, y mucho menos revertir una decisión de la junta de tratamiento penitenciario. Otro tema son las vueltas que da la vida y que haya tenido que ser la consellera proveniente de Podemos quien concediera la medida al Bernard Madoff catalán.

Los datos y los criterios son objetivos y lo que no podía hacer la nueva consellera de Justicia era tratar a Fèlix Millet de manera diferente al resto de reclusos

Nuestro sistema penitenciario es humanista y se fundamenta en la reinserción más que en el castigo. El tercer grado de Millet puede hacer daño a los ojos del ciudadano de la calle, sí, pero los que ahora se puedan escandalizar —la noticia ha pasado con más pena que gloria, y los medios de Madrid no han hecho mucho caso— tendrían que preguntarse si no era más grave el entramado de intereses que permitió el escándalo del Palau y como este mecenas, empresario admirado y burgués honrado antes de ser un delincuente confeso había generado simpatía entre todos los poderes de la ciudad y del país. 

El tercer grado de Millet puede hacer daño a los ojos, pero los que ahora se escandalicen tendrían que preguntarse si no era más grave el entramado de intereses que permitió el escándalo del Palau

La sentencia del caso Millet-Montull también consideró probado que Convergència Democràtica de Catalunya cobró 6,6 millones de euros en comisiones irregulares a través del Palau de la Música. El tercer grado en Millet coincide en el tiempo con la decisión de la Audiencia Nacional en enviar a juicio el PDeCat, Convergència, el exconseller Germà Gordó y los también extesoreros convergentes Daniel Osácar y Andreu Viloca en el llamado caso del 3%. La Fiscalía Anticorrupción pide penas de hasta más de 21 años de prisión para una treintena de miembros de la trama de financiación irregular de Convergència.

La sentencia también consideró probado que Convergència Democràtica cobró 6,6 millones de euros en comisiones irregulares a través del Palau de la Música

Hubo un tiempo en que Fèlix Millet ayudaba a políticos como Àngel Colom —que pagó las deudas del Partit per la Independència, de Pilar Rahola, con dinero del Palau— y mezclaba la institución cultural que presidía con la Fundación Trias Fargas, que incluso tuvo que cambiar de nombre para evitar la mancha de la corrupción en la memoria de quien fue conseller de Economía. Un tiempo en que Millet seducía aquel José María Aznar que hablaba catalán en la intimidad, que tenía al president Jordi Pujol y a los alcaldes socialistas de Barcelona metidos en el bolsillo (metafórico) y que formaba parte de la junta directiva del Barça en la época de Josep Lluís Núñez.

Hubo un tiempo en que Millet seducía al Aznar que hablaba catalán en la intimidad, que tenía al president Pujol y a los alcaldes socialistas de Barcelona en el bolsillo, metafóricamente

Millet, que llegó a ingresar en prisión en 1983 por la estafa de la inmobiliaria Renta Catalana, es el símbolo caído de un país que no volverá. Pero la entrada de los Mossos en el Palau de la Música el 23 de julio de 2009 supuso un golpe emocional en la sociedad catalana que, trece años después, se recuerda en una nebulosa que hace difícil delimitar la frontera entre la caída del oasis catalán y la omertà. El postpujolismo, el proceso y la frustración han jugado a favor de la imagen de Millet y Montull porque hemos tenido un contexto político, social y económico tan excepcional en la última década que les ha permitido ir pagando sus pecados con más discreción y silencio del previsible.

La entrada de los Mossos en el Palau en el 2009 supuso un golpe emocional en la sociedad catalana que se recuerda en una nebulosa entre la caída del oasis catalán y la omertà

La primera reacción del entonces portavoz de CiU en el Parlament, Oriol Pujol Ferrusola, en 2009 es la mejor prueba de la confusión generalizada que había e Catalunya y de los fuertes intereses cruzados. “En algunos casos, se ha juzgado a gente de mi partido, incluso de mi familia, sin fundamento”, llegó a decir públicamente Oriol Pujol, en un intento de defensa de Millet. Trece años después y con el tercer grado del expoliador del Palau podemos hacer repaso histórico de aquellas palabras. El partido ha desaparecido, el caso del 3% y la financiación irregular está en los juzgados, el legado de Jordi Pujol Soley cayó en 2014 como el prestigio de Millet lo hizo en 2009, y los herederos de Convergència están en la oposición desde hace pocas semanas por voluntad propia

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