Opinión
Jaume Barberà
Opinión

Derecha

Cada día, Gran Bretaña escribe una nueva página de la enciclopedia del esperpento. Escogieron por una mayoría más que absoluta un payaso sociópata: Boris Johnson. Un personaje que, mientras había británicos que morían ahogados por Covid solos y aislados en los hospitales, él organizaba fiestas en el número 10 de Downing Street.

Ya había mentido en el referéndum del Brexit igual que su amigo Nigel Farage. Al final, Johnson tuvo que dimitir y fue sustituido por una arribista totalmente inútil: Liz Truss. Truss sólo ha aguantado 45 días como primera ministra a causa de la suya más que absoluta incompetencia, la suya y la de su ministro de economía.

Mientras tanto, el responsable de todo estaba de vacaciones en el Caribe. Como la degeneración de la derecha británica es tan profunda, Johnson podría volver a ser elegido primer ministro, cosa que él mismo ha dicho que no pasará porque cree que ahora no es el momento de ser candidato.

Truss sólo ha aguantado 45 días como primera ministra a causa de la suya más que absoluta incompetencia

En los Estados Unidos, la primera potencia del mundo, el 6 de enero de 2021, hubo un intento de golpe de Estado. Lo dirigió el presidente saliente, Donald Trump, otro narcisista, ególatra y sociópata. Las imágenes del asalto al Congreso por parte de la chusma hiperventilada de los seguidores de Trump dieron la vuelta al mundo.

72 millones de personas, repito, 72 millones de personas, votaron a favor del negacionismo, del realismo mágico, del terraplanismo y del odio. En las elecciones de este noviembre, es posible que los republicanos mutados en negacionistas se hagan con la mayoría en el Congreso y, si lo consiguen, la democracia en los Estados Unidos pasará por sus peores momentos.

Gran Bretaña y los Estados Unidos son casos paradigmáticos para ilustrar hasta qué punto la derecha occidental sufre una transformación hacia el populismo más exacerbado, una degeneración total y absoluta. Pero hay más casos como, por ejemplo, Brasil, Italia, Polonia, Hungría...

La derecha occidental sufre una transformación hacia el populismo más exacerbado, una degeneración total y absoluta

La deriva de las formaciones de derecha también se puede ver en Catalunya donde el refugio en la identidad nacional y/o en la estelada puede camuflar qué los pasa. Pero sólo hay que ver cómo han abdicado de su pasado los que deben todo lo que tienen y son a Convergència Democràtica para darnos cuenta de hasta qué punto la derecha nacional catalana sufre lo mismo aunque las otras.

La derecha nacional catalana sufre el mismo mal que las otras

Por el bien común, hace falta que retorne aquella derecha clásica que los que ya tenemos una edad hemos conocido: una derecha seria, conservadora, alejada de populismos. La derecha que habla de derechos y de deberes. ¿Es eso posible? Sinceramente, no lo sé.