Opinión
Ernest Benach
opinión

Ropa que comunica

No es mi intención entrar en la polémica que ha protagonizado la alcaldesa de Barcelona hace pocos días con una estudiante de periodismo de la UPF en una rueda de prensa para el Diari de Barcelona, cabecera recuperada por la Pompeu, más allá de recomendar, modestamente, al profesor o profesora de la alumna en cuestión que le ponga buena nota, por la pregunta y la actitud posterior a los hechos.

Pero sí que me interesa, en tanto que es un tema que afecta a la comunicación política hablar de la ropa que llevan las personas que han hecho opción de vida de la cosa pública. Es, sin duda, un elemento más de la comunicación política, que en los últimos años ha tomado vuelo porque han empezado a cambiar hábitos, costumbres y dogmas que parecían sagrados.

Hablar de la ropa que llevan las personas que han hecho opción de vida de la cosa pública es, sin duda, un elemento más de la comunicación política

Recuerdo aquella época en qué Josep Bargalló, conseller de Educación y posteriormente conseller primero, fue el primer conseller de la Generalitat de no lucir nunca corbata ni lacito. Estuviera donde estuviera, pasara lo que pasara. Ríos de tinta, horas de tertulia, críticas furibundas... ¿Y hoy, cuántos políticos han decidido prescindir de la corbata? Este debate ya no existe. Para no hablar de las rasta de algún diputado díscolo de Podemos, de la cola de Pablo Iglesias ministro, de las camisetas reivindicativas de diputados y diputadas situados a la izquierda más radical, de las corbatas verdes por aquello de “viva el Rey de España (verde)”, de la colección de vestidos y chaqueta de la exprimera ministra alemana Angela Merkel, del estilo uniforme, distinguido y aburrido de Emmanuel Macron, de la desnudez temprana de Albert Rivera, de los trajes de pana de Felipe González cuando se hacía decir Teodoro, de las chupas de cuero de la que fue ministra de Exteriores Trinidad Jiménez, o las gafas de colores de Duran y Lleida...

Hay infinidad de ejemplos que demuestran que vestir de una determinada manera ha tenido un significado político muy concreto. Y lo mismo podríamos decir del lenguaje no verbal. ¿Quién no recuerda José a M Aznar con los pies sobre la mesa y fumando un puro en una cumbre del G8 junto con George Bush? ¡Era momento de descanso decía, pero por desgracia!, la imagen queda y desprende un cierto mensaje. De hecho, el hecho de vestir y el lenguaje no verbal están tan íntimamente ligados...

Hay infinidad de ejemplos que demuestran que vestir de una determinada manera ha tenido un significado político muy concreto

Sin quitar ninguna importancia, ni media, al hecho de vestir de una manera determinada o no hacerlo por convicción, creo que también hay un elemento que es muy importante. Y es el vestido ideológico de las personas que se dedican a la política. Y en este caso es fundamental la coherencia y el equilibrio entre ambos vestidos. La receta adecuada, evidentemente, se la tiene que hacer cada uno, poniendo el énfasis allí donde crea que lo tiene que hacer. Al fin y al cabo, no hay dos seres humanos iguales en el mundo, y cada uno se sabe de donde puede lucir más o menos. Pero el trasfondo ideológico es clave, y aquí la coherencia, insisto, es determinante.

José Múgica, presidente del Uruguay desde el 2010 hasta el 2015, hombre sencillo y que no hacía grandes ostentaciones en el hecho de vestir, más bien al contrario, es una figura respetada en todo el mundo, un referente en muchos terrenos. Múgica lo explicó así de bien: “el poder no cambia a las personas, solo refleja quiénes son en realidad”.

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