Opinión
Albert Brosa Sánchez-Maroto
opinión

Más allá de las retenciones habituales...

Más radares, menos velocidad, más limitaciones. Esta es la ecuación con que las autoridades competentes pretenden reducir la siniestralidad y las muertes en las carreteras. ¿La fórmula funciona (?). En estos casos la administración recurre siempre a los datos para justificarse. Pues vamos a los datos. Según el Gobierno, hasta el pasado 31 de octubre, un total de 131 personas han perdido la vida en la red vial de Catalunya, un 16,6% menos que en el 2019. Hay un descenso, cierto, pero me parece igualmente un auténtico drama. Otro dato, 450 conductores han sido multados en los primeros días de la limitación de velocidad a 100 km/h en algunos tramos del AP- 7. 

El resultado es que sobre el papel cuanto más limitaciones, mejores resultados. El papel lo aguanta todo, pero a veces no soluciona el problema. Y me da la sensación que nos encontremos instalados en esta última casilla. 

Sobre el papel, cuántas más limitaciones, mejores resultados. El papel lo aguanta todo, pero a veces no soluciona el problema

¿Todas estas medidas sirven, realmente, para mentalizar en los conductores que el exceso de velocidad, las distracciones en el volante y saltarse las normas son directamente proporcionales a más accidentes y ponen en peligro la vida? ¿O son simplemente parches? Lo pregunto porque desde hace años la tónica es la de imposición de ideas y presión con las multas. Es como aquella práctica antigua del profesor de escuela cuando amenazaba con expulsar al alumno que no seguía las normas y el alumno se rebotaba todavía más.

Para demostrar que este tipo de ecuaciones no funcionan, durante las últimas tres semanas he hecho un trabajo de campo muy simple. No lo calificaría de encuesta representativa, pero sí de indicador, a partir de aquí que cada uno saque sus propias conclusiones. Está basado en siete viajes entre Vic y Barcelona por la C-17, en días laborables, y a la velocidad máxima permitida en la vía (algunos tramos a 80 km/h y otros a 100). Durante este recorrido me han adelantado un total de 364 vehículos, entre ellos camiones de gran tonelaje y autocares (algunos regalando gestos corporales). Conclusión: marca la ley quien va más deprisa y no las normas de tráfico.

Todos estos conductores se saltaron el límite de velocidad en un trayecto donde hay varios radares de tramo y radares fijos y una vía que registra una alta accidentalidad, sobre todo en invierno. Este es el caso concreto de una carretera muy transitada del país, pero estoy seguro de que la lista, desgraciadamente, es larga.

Vamos al fondo de la cuestión. Desde mi punto de vista, hay varias lecturas y evidencias. Una parte (importante) de los conductores no son conscientes de qué representa saltarse el límite de velocidad: ¡por un poco más de velocidad no pasará nada, yo controlo y tengo prisa!

¡Solo la reducen donde hacen la foto y clavan la multa (algunos ni así!) y se mueren por dejar atrás ‘el obstáculo’ para apretar de nuevo el acelerador. ¡Aquella necesidad para pasarse por el forro la velocidad!

Es verdad que las campañas de tráfico, básicamente los audiovisuales, son impactantes. Pero está claro que actúan como un analgésico y, pasado un tiempo, se desvanece la sensación de riesgo. 

Las campañas de tráfico, básicamente audiovisuales, son impactantes. Pero está claro que actúan como un analgésico y, pasado un tiempo, se desvanece la sensación de riesgo

Llegados a este punto vuelvo a preguntar si la ecuación da un resultado lo bastante satisfactorio para valorar la variable de la naturaleza humana o es un parche. No hay concienciación y faltan cantidades industriales de sentido común, eso, por una lado, y menos vehículos en la carretera, por la otra

Hay una excesiva movilidad por carretera y lo asumimos porque es un debate eterno. Tanto eterno que hemos acabado interiorizando las congestiones de tráfico en horas puntas y nos hemos hecho nuestras las crónicas de radio que empiezan diciendo “más allá de las retenciones habituales...". ¿Qué quiere decir “más allá de las retenciones habituales”? ¿Tenemos que asumir hacer una hora de cola para cruzar las rondas y kilómetros y kilómetros para ir al trabajo? ¡Venga, es indigno!

No se puede aceptar este drama diario que si motiva a alguna cosa es a perder la paciencia. Y ya sabemos cómo actuamos los humanos bajo una presión continuada... 

Ahora bien, como ciudadanos tenemos que exigir a los que mandan que tomen decisiones y dejen de poner parches. Para poner parches no necesitemos expertos. 

Hasta el último conductor de la AP-7 sabía que en el momento de liberar la vía de peajes el tráfico se incrementaría sustancialmente. Si eso le sumamos que el transporte público ferroviario no es una alternativa plausible, el resultado es el que tenemos: un país con una movilidad nefasta y un nivel de crispación por las nubes. Este cóctel explosivo no lo resuelve ninguna ecuación y la sociedad vive tensada por tantas cosas que al final se rebota. No es una justificación de nada, pero sí el punto de partida para entender dónde estamos. 

Categoría: Opinión
Etiqueta: Movilidad