Opinión
Juan Ignacio Soto Valle
opinión

Ernest Lluch

“El nombre de ETA en vano”, este fue uno de los últimos artículos publicados por Ernest Lluch en el diario El País. Pocos meses después fue asesinado por la banda terrorista, mientras su "España invariable", como él decía, continuaba incapaz de articular democráticamente sus contradicciones y al mismo tiempo construía un modelo de sanidad pública universal y de enseñanza pública envidiable en el mundo.

Este mes, los testimonios sobre Lluch se irán perdiendo en este remolino de “el aquí, el ahora, y el así” que nos toca vivir, quiero recordar a este señor de Vilassar de Mar, que nos recordaba en su último artículo inacabado –Felipe V y la opinión de los catalanes; prólogo- que el vínculo de Catalunya y España fue continuamente tensado por la presencia indirecta o absolutamente directa de la monarquía francesa. 

El vínculo de Catalunya y España fue continuamente tensado por la presencia indirecta o absolutamente directa de la monarquía francesa

Un político valiente, que pilotó la construcción de nuestro sistema de salud pública y lo situó en manos de la nueva organización territorial de España a fin de que se gestionara mejor y cerca de la gente. 

El legado político de Lluch está también indisolublemente ligado a la paz, a la convivencia, al acuerdo, al acuerdo. De aquí, su estrecha vinculación con Euskadi cuando otros huían de estudios. Por eso fue asesinado por ETA. Un valiente comprometido con una visión de España mucho más plural de lo que muchos han intentado dibujar de él de manera poco veraz, injusta.  

Eso explica que este señor de Vilassar de Mar escribiera al artículo con el cual empezábamos que “para no envenenar la vida colectiva se tiene que exigir no utilizar las palabras en vano”, un mensaje que hoy se dirige a la línea de flotación de la -esta sí- invariable derecha española.

El legado político de Lluch está también indisolublemente ligado a la paz, a la convivencia, al acuerdo, al entendimiento 

Esta visión plural y acordada de España explica la relación de Ernest Lluch y del alcalde de Donostia-San Sebastián, Odón Elorza. Y al revés, la influencia de Lluch en Elorza. También explica la admiración de Lluch por otro político comprometido con una visión abierta y plural de la política, Juan Mari Jaúregui Apalategui, asesinado por la espalda por el comando Buruntza, unos meses antes de caer él, también por la espalda.

Categoría: Opinión
Etiquetas: Terrorismo Espanyol