Opinión
Maria de la Pau Janer
Tiempo de lectura: 3 minutos
opinión

La generación Z sin Mazinger

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Los adolescentes de la generación Z emprenden un código sorprendente para comunicarse. Han borrado las conversaciones telefónicas de la vida, y no hablan con nadie por teléfono. Aquello tan sencillo de mantener una conversación es una rareza. Claro que a menudo hacen videoconferencias. Se conectan, se ven las caras, acompañan las palabras de expresiones faciales, gestuales. Si hay mucha confianza, las videoconferencias permiten combinar diferentes actividades al mismo tiempo... Como la paciencia no es una de las virtudes de la generación Z, pueden comer, mirar una serie, estar atentos a los whatsapps, repasar los deberes escolares, mientras hablan. Si la habitación está desordenada, no pasa nada. Seguramente la de la amiga o amigo con quien se establece la comunicación también es un caos. La generación Z es muy desordenada, cosa que no quiere decir desorganizada. Según ellos, encuentran orden dentro de su caos, afirmación difícil de entender para una boomer como yo.

Los adolescentes de la generación Z emprenden un código sorprendente para comunicarse. Han borrado las conversaciones telefónicas de la vida, y no hablan con nadie por teléfono

Volvemos al teléfono. Los que estudiamos -hace una eternidad- EGB solíamos tener largas conversaciones telefónicas con los compañeros de clase, las amigas de siempre y las que nos duraban dos días, los confidentes íntimos, los que siempre estaban obsesionados por los exámenes y los que pasaban de todo. 

Llegábamos a casa después de la jornada escolar, merendábamos, hacíamos los deberes, y charlábamos por teléfono con la sensación de que arreglábamos el mundo, como mínimo nuestro pequeño mundo. Las conversaciones telefónicas no nos permitían ver el rostro de nuestro interlocutor, pero los silencios, las pausas, el tono de la voz, la rapidez en las frases... nos daban mil pistas sobre el otro. 

Los adolescentes Z, curiosamente, no han sido seguidores de las aventuras de Mazinger Z, pero tienen un ancho abanico de superhéroes en la gran pantalla. Han crecido entre efectos especiales, tecnología, e informática. No se sorprenden por muchas cosas. Cuando dudan, recurren a Google, o a Siri, o a Alexa

No son defensores del pequeño comercio. Muchos no saben exactamente qué es. Algunos confunden las tiendas de siempre con los “xinos” de la esquina. No van mucho de compras, porque prefieren hacer los encargos online. Se trata de preparar una lista virtual, llenar una cesta que no pesa, marcar un clic para pagar (eso es inevitable) y esperar que nos lleguen los paquetes a casa. Nada de tener que ir de probador en probador, ni de hacer colas, ni desnudarte en los vestuarios delante de cualquier espejo. Nada tampoco de buscar las tiendas que nos gustan, el trato próximo de los que nos atienden, y el gusto de saber como nos sentimos con el tacto de la tela en el cuerpo. 

La generación Z es muy desordenada, cosa que no quiere decir desorganizada. Según ellos, encuentran orden dentro de su caos

Muchos adolescentes de la generación Z consumen porno. Eso no quiere decir que sean buenos amantes, más bien al revés. Se frustran cuando comprueban que las acrobacias hechas de posproducción al cine tienen poco que ver con el sexo real. Eso sí, lo tienen más cómodo. Traen las parejas a casa con normalidad, mientras sus padres, los boomers que nos lo teníamos que montar en el asiento trasero del coche, procuramos no molestarlos mucho. No sea que se larguen.

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