Opinión
Eduard Pujol i Bonell
opinión

La AP7, rotondas y aspirinas

Todo el mundo lo sabe. Uno de los grandes problemas de Catalunya se llama AP7. Lo que era una autopista, una vía rápida con un trazado bien dibujado y una conservación notable -de peaje, of course-, ha acabado siendo una pesadilla. Una pesadilla de trescientos cincuenta kilómetros de recorrido las veinticuatro horas al día. Lo que era la columna vertebral del país, porque nos ataba a Europa y religaba una parte importante de Catalunya, se ha convertido en una ex. Una exautopista, y no para que ya no se pague, sino porque ya no es una vía rápida, y a duras penas, una vía.

La AP7 es una pesadilla de trescientos cincuenta kilómetros de recorrido las veinticuatro horas al día

En septiembre del 2021 se liberaron los peajes de la AP7, la que va de la Jonquera a Alcanar, y de la AP2, la que se alza del Penedès hacia Lleida y Zaragoza. Levantar las barreras fue la culminación de un viejo sueño colectivo. Teníamos derecho a ser felices y a decirlo. Hartos de pagar, queríamos saber qué era circular con la libertad de moverse sin teletacs ni tele nada. Esta decisión, sin embargo, se hizo a la ligera y ha acelerado el deterioro de una vía que en muchos tramos ya había quedado pequeña. Muy pequeña, desbordada y desfasada, pero no se hablaba.

Hace un año ya había tramos colapsados. Ahora, en cambio, se ha dado un salto y es toda la autopista entera la que lo está, que ya no puede conectar gente y territorios ni ser motor económico de nada.

Esta es la fotografía real. ¿Hace daño? Sí, claro está. Es la historia de un fracaso. No hay ninguna otra manera de explicar el presente. Cuando Basté cada mañana habla de accidentes, de tramos con retenciones, de coches averiados en el arcén, ya no se nos mueve la ceja, ya no hay ninguna sorpresa. El colapso es el estado natural de la antigua autopista.

Esta degradación empezó en el Vallès. Primero al occidental, con Sant Cugat como eje de todos los atascos, pero de la saturación del tramo Castellbisbal-Rubí se ha llegado a Mollet, pasando por Bellaterra y Barberà. La zona de Martorell-Sant Sadurní cada día tiene todos los números de la rifa de accidentes y colapsos, mientras que Tarragona respira un poco, aunque la circulación se ha multiplicado. En Girona, lo que eran unos kilómetros tranquilos ahora son un mareo de cuatro, cinco y seis carriles, de intermitentes y de golpes de volante estresantes. Literalmente también está al límite.

Hace un año ya había tramos colapsados. Ahora, en cambio, se ha dado un salto y es toda la autopista entera la que lo está

La imagen de la AP7, quién la ha visto y quién la ve, es la imagen de Catalunya. Alguien dirá que la solución es no coger tanto el coche e ir en transporte público. De acuerdo, muy bien, es una manera de hacerse trampas en el solitario. Esta receta es, solo una parte de la solución. 

Hoy una gran parte del colapso es provocado por el paso de camiones de gran tonelaje, la mayoría de toda Europa o del litoral español hasta Huelva, que necesitan la antigua vía augusta para mover mercancías. Es una necesidad tan vieja como la construcción de la misma Europa. Se dice mercadear, viajar e ir arriba y abajo.

La solución no es negar la posibilidad de moverse en coche particular. La solución no es centrifugar toda la responsabilidad en cada uno de nosotros, los ciudadanos del país. La solución es imaginar nuevas maneras de ir de un lugar a otro porque la movilidad es libertad. No hubo Eix transversal hasta que estuvo. Si no se hubiera hecho, ir de Manresa a Vic seguiría siendo una penitencia. Algunos centrarían el debate en cómo eliminar tres curvas a la altura de Moià cuando el debate importante tendría que ser como conectar todas las comarcas transversales de una manera rápida y segura. La clave siempre es la mirada, la profundidad y la altura del debate.

El problema es tener miedo a diseñar, a hablar de nuevas vías, el pánico al no y la incapacidad de interconectar territorios de una manera diferente de cómo se ha hecho siempre. Nos dan miedo las Caterpillar y las excavadoras, y no aprendemos. El túnel de Bracons tiene dos o tres carriles en función del punto kilométrico, pero sería infinitamente más seguro si tuviera cuatro -dos y dos. Siendo honestos, la huella medioambiental sería la misma, pero hoy tendríamos una vía bien hecha, integrada en el paisaje, más segura.

Si Catalunya fuera un cuerpo humano, la AP7 es el paso central, la arteria aorta, la vena cava del movimiento económico y humano. Las carreteras mueven la economía, pero también las pequeñas historias de personas que se quieren, que quieren estudiar, que sueñan un futuro mejor, que tienen ilusiones.

El problema es tener miedo a diseñar, a hablar de nuevas vías, el pánico al no y la incapacidad de interconectar territorios de una manera diferente de cómo se ha hecho siempre

Nos hizo mucha gracia y encontramos muy ocurrente que Joan Coma, un concejal de la CUP-Capgirem Vic en la capital de Osona, explicara que “para hacer tortillas se tienen que romper los huevos”. Pues eso mismo pasa en la movilidad. Se tiene que resolver la vergüenza de Rodalies, se tiene que hacer funcionar el corredor mediterráneo, y un día se tendrán que notar los beneficios de estos proyectos en la manera como nos movemos. Pero ¿aparte se tienen que hacer líneas de tren -Igualada-Cervera?, Puigcerdà-Andorra?, Vilanova-Vilafranca-Igualada?- y se tienen que hacer, en definitiva, las carreteras que toquen donde toquen.

Eso no va de purismos ni de discursos dogmáticos. Los dogmas nos harán ser los más puros, pero no los mejor comunicados. Nos tenemos que decir la verdad. Si Rodalies -que mueve personas- y el corredor mediterráneo -que tiene que mover mercancías- funcionaran bien, si no fueran un problema diario, este país también necesitaría repensar como se mueve. Que funcionara y funcionara bien aquello que ya tendría que funcionar, sólo aliviaba el problema. Pero la gran cuestión es que hace más de dos décadas que hay pánico a dibujar nuevas infraestructuras. Hay miedo a cuatro tuits y a no sé cuántas plataformas.

Mientras el gobierno y la conselleria de territorio tengan lo suficiente inaugurando rotondas, el progreso y el bienestar será para los otros. Para las otras comarcas, para las otras comunidades españolas y las otras regiones europeas, para el resto de países.

Un país no puede crecer haciendo únicamente rotondas y el colapso de la autopista es la prueba. Un país no se puede conformar al convertir la C-55, de Abrera a Manresa, en una especie de pastel de gominolas, con separaciones de carril de color rojo, con señalizaciones verticales de color verde y un embadurnamiento de señales azules y limitadores de velocidad. Eso son recursos para evitar muertes, pero las carreteras no tienen que ser solo sitios donde la gente no muera en accidente -solamente faltaría. Las carreteras son vías que nos tienen que facilitar la movilidad sin limitaciones.

Mientras el gobierno y la conselleria de territorio tengan lo suficiente inaugurando rotondas, el progreso y el bienestar será para los otros

Que la autopista esté colapsada es un aviso. Detrás irán las carreteras que conectan. Y después, el resto. O dibujamos nuevas vías, o Catalunya será el país de los más puros de Europa, pero no se vivirá bien. Decir estas cosas no es fácil. Hoy no haré amigos, pero escribir no va de amigos, también va de denunciar aquello que no funciona.

Está bien, el gobierno de Catalunya busca la centralidad. Es lógico. Pues conseguirlo pasa para asumir este análisis y presentar un plan de carreteras para el 2030 que incorpore -no que aplace- las soluciones al colapso actual. Eso, solo eso, sonaría creíble el discurso del presidente Aragonès en la lucha para ocupar esta centralidad. De la misma manera, si Junts quiere salir de la guarida, tiene que sacudir el país con ideas pensadas para vivir mejor y salvar los territorios. Los que van muriendo lentamente porque no llega la gente y los que mueren asfixiados de puro colapso. 

Tendría todo el sentido del mundo escribir “desconfiad de quien os recete agua del Carme y una aspirina si notáis una presión en el pecho que no os deja respirar”. Por eso mismo, tengo claro que es la hora de desconfiar de un país atascado que solo sabe hacer rotondas. ¿Llegados a este punto, nos quejamos como siempre o nos ponemos?

Categoría: Opinión
Etiquetas: Tráfico Movilidad