Opinión
Eduard Pujol i Bonell
opinión

Se tiene que acabar con la hora del patio

El honorable arte de la política está en horas bajas. Por A o por B, la política ha agotado el crédito. Sin embargo, sigo defendiéndola. ¿Se dice inocencia?, seguramente. Actitudes indignas hay y hay demasiado, pero la política es necesaria.

Por todas partes, mires hacia donde mires, la política sufre un mal feo: la amplificación y la multiplicación sin control de sus mensajes, que van, de los más intranscendentes hasta aquello que es decisivo. No hace falta ser demasiado vivo para saber, sin embargo, que hay más absurdo que de imprescindibles, que son los que corren con más facilidad.

Cualquier reyerta, por pequeña que sea, corre como la pólvora por las redes y de las redes salta al boca a oreja. A partir de aquí el cuñadismo hace el resto: mojar pan, distorsionarlo, crear una falacia alejadísima de la realidad y hacerla grande en la sobremesa del domingo. Hay medios digitales que también practican este deporte. Bajo el pretexto del periodismo libre, cogen el rábano por las hojas, convierten la nada en una explosión de demagogia y ya lo tenemos: todo es un gran estercolero, semilla para dar vida a los discursos vacíos de la extrema derecha. Son maneras de hacer.

Mires hacia donde mires, la política sufre un mal feo: la amplificación y la multiplicación sin control de sus mensajes

¿Para entendernos, la culpa del descrédito de la política son los cuñados, un alud de pesados poco documentados que todo lo saben? No, no fastidiemos. ¿El problema de la política es la explosión del mundo digital? No, tampoco. El problema es de fondo. El problema de la política son los políticos que viven sedientos de foco, necesidades de generar titulares a todas horas. A menudo lo más importante no es presentar un discurso sólido de país. Demasiadas veces solamente se trata de acumular minutos de telediario y que, sobre todo, no salga nadie más.

¿Reflexión?, pausa? No, nunca, y a partir de aquí, el desastre. Dicho de otra manera: la generación indiscriminada de opiniones alimenta la incoherencia. A más declaraciones, y a más tuits, más errores y más munición, cosa que provoca uno movemos insoportable. Esta proliferación de ruido y de reyertas es el sotobosque de la polémica, que, como los veranos mediterráneos, siempre acaba provocando grandes incendios. 

Opinar de todo a todas horas, ha convertido la política en el peligroso juego de transitar, siempre, por la cornisa. Pienso en la travesía que el funambulista Philippe Petit hizo en agosto del 74 en las Torres gemelas. El francés caminó a través de un cable de 42 metros de longitud a 417 metros de altura. Imaginad los riesgos que asumió y pensad qué habría pasado si se hubiera instalado a vivir. No hay que ser un lince, habría caído. En política, cuando solo vivos de la reyerta, un día caes.  

Estos días Twitter se ha llenado de detractores y de defensores de Laura Borràs, que, sentada en la tribuna de invitados del Parlamento, no ha aplaudido el anuncio de absolución de Roger Torrent y de la anterior mesa de la cámara.

Opinar de aun a todas horas, ha convertido la política en el peligroso juego de transitar, siempre, por la cornisa

Estos días también se ha generado una gran polémica en torno a los 900 millones de euros de "peix al cove" que Gabriel Rufián ha conseguido para la mejora de infraestructuras en los presupuestos del Estado para el año que viene. 

Los hechos tendrían que ser objetivos, comprobables, de blanco o negro, y la política tendría que tener memoria. Memoria y criterio. Demasiadas veces escuchamos valoraciones que son radicalmente diferentes en función de quien es el protagonista, si A, B o C. Lo que hace una semana era blanco, ahora es negro, y al revés. Eso debe ser humano, pero a la larga solo satisface los incondicionales y aburre la gran mayoría. 

La discrecionalidad y el cambio de criterio sistemático son un grave problema. O se aplaude siempre -aunque esté prohibido por el reglamento- o no se aplaude. De la misma manera, 900 millones de euros llegados de Madrid son oro o no lo son, pero siempre. ¿El "militar en la utilidad", que dice Esquerra, es la misma utilidad de Duran y Lleida, o es otra utilidad? ¿900 millones son muchos millones o son calderilla?, son un éxito o son un fracaso, pero tiene que haber un único criterio.

La política necesita debate. La construcción de un país necesita posiciones contrarias, a que vivan en tensión. Es inevitable, este es el juego. En cambio, lo que no se puede mantener in eternum es la actitud infantil de l"elis elis y de ti más", y que este "elis elis" solo dependa de quién es protagonista.

La construcción de un país necesita posiciones contrarias, a que vivan en tensión. Es inevitable, este es el juego

Claro que es legítimo criticar a Laura Borràs y su austeridad de formas cuando no aplaude una sentencia positiva para el independentismo, sentada en el palco del Parlament. ¿Pero en la próxima ocasión -que estará-, cuando cambien los nombres, alguien puede garantizar que aquellos que ahora aplauden lo seguirán haciendo y que aquellos que ahora la critican, no exhibirán la opinión contraria sin ningún tipo de vergüenza? 

El kilómetro cero del descrédito de la política es haber normalizado, sin que nadie se ponga rojo, la arbitrariedad en función de quien hace qué. Los juicios se tienen que centrar en la acción, no en quién la hace. 

Hagámonos mayores de golpe o el porrazo será enorme. Y va para todo el arco parlamentario. El país necesita política. Para rehacer puentes, para construir un relato positivo de país, es importante saber qué defiende a cada uno, no qué se defiende en función de quién lo dice, de quién lo hace o de quién lo negocia.

El kilómetro cero del descrédito de la política es haber normalizado, sin que nadie se ponga rojo, la arbitrariedad en función de quien hace qué

La política no hace falta que sea aburrida, ni plana. Pero tiene que superar esta hora del patio permanente. Escuchar ideas no nos tiene que dar miedo. Lo que nos tiene que dar pánico es que tengan que caber en 280 caracteres y que, además, nos tengan que arrancar una sonrisa. Si queremos sonrisas, es muy fácil: palomitas y el Polonia los jueves, pero al Parlamento y a la política se tendría que ir reído de casa. De hecho, se tendría que ir sonreídos y con las ideas claras.