Opinión
Joan Julibert
opinión

Una nueva economía demasiado antigua

Elon Musk ha decidido poner camas en las oficinas de Twitter en San Francisco. El gran patrón de la nueva economía quiere, de esta manera, tener permanentemente a su disposición los trabajadores y las trabajadoras que han quedado después de haber despedido una parte importante de la plantilla. Es la última ocurrencia de una figura que no hace tanto se presentaba como el paradigma del nuevo capitalismo, aquel que tenía que hacer posible un mundo de ensueño a través de la tecnología. 

Elon Musk ha decidido poner camas en las oficinas de Twitter en San Francisco. Su forma de entender las relaciones laborales y el entorno del trabajo es cada vez más parecida al semiesclavismo

A este paso, Musk, está consiguiendo imponer un modelo que está más cerca del insomnio. Su forma de entender las relaciones laborales y el entorno del trabajo es cada vez más parecida a un mundo que parecía desterrado, el del semiesclavismo surgido de la revolución industrial y que tantas luchas por los derechos costaron durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX. Pero no solo es Musk. Este tipo de gran patrón está siendo el más habitual entre aquellos emprendedores que se nos presentaron en su momento como la nueva economía, basada en las posibilidades que da la tecnología para ofrecer servicios de todo tipo. En Catalunya hemos tenido ejemplos diversos, como las muchas sentencias judiciales que han condenado empresas de servicio de comida a domicilio para la contratación de falsos autónomos, los llamados riders

El paraíso de un capitalismo que sitúa a los consumidores, aquellos que tienen capacidad de compra, por encima de los ciudadanos, se está convirtiendo en una especie de feudalismo

Parece mentira como las formas más modernas de producción casan tan bien con formas tan antiguas de explotación laboral y la vulneración de los derechos más fundamentales. El paraíso de un capitalismo que sitúa a los consumidores, aquellos que tienen capacidad de compra, por encima de los ciudadanos, se está convirtiendo en una especie de feudalismo que nos sitúa en parámetros previos a la ilustración, aquella revolución de la cual parte la idea esencial que por encima de cualquier consideración de tipo social, política o económica está la libertad y los derechos de los individuos. Sería una paradoja que la tecnología sirviera para un retroceso en nuestro modelo de vida, si no fuera porque si una cosa no es capaz de modelar esta tecnología es la condición humana. Preparémonos para el desarrollo de la inteligencia artificial y su capacidad para ocupar los espacios que ahora ocupamos las personas, porque siguiendo la doctrina de Musk y compañía, los tiempos modernos se parecerán mucho, demasiados, al antiguo régimen.  

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