Opinión
Joan Julibert
Opinión

Evolución o involución

Acabamos de iniciar un año que estará marcado por un calendario electoral que será la gasolina de todos los debates políticos en los cuales estaremos expuestos, ya sea a los medios de comunicación o a las redes sociales. No será un año electoral como los otros, vista la situación de incertidumbre a la cual estamos sometidos y que puede provocar cambios repentinos en cualquier momento. Desde 2008, a raíz de una crisis financiera y económica inesperada, la fluctuación de la voluntad de los electores y las electoras ha ido aumentando y se hace muy complicado hacer pronósticos, aunque tengamos más instrumentos que nunca para monitorizar los deseos e inclinaciones de la ciudadanía.

Los ciudadanos y las ciudadanas nos hemos convertido en seres volubles que cambiamos nuestro humor electoral en función de los vertiginosos cambios

Así las cosas, en España, ya en clima preelectoral desde el día que una parte del espectro calificó de ilegítimo el Gobierno del PSOE con las confluencias de Unidas Podemos y el apoyo de una parte del independentismo catalán y vasco, se presenta un duelo apasionante, no tanto por la oferta de los partidos y las candidaturas, sino por el debate de fondo. Queda claro que la legislatura que acabará a finales de año deja un panorama que divide las opciones políticas en dos bloques claros, los que gobiernan actualmente y los que hacen frente a partir de una idea de Estado cada vez más parecido en la que sustentó durante 40 años la dictadura franquista.

Por eso el año electoral que iniciamos será especialmente importante. Lo será porque lo que está en juego es si este país opta por una transformación definitiva que se adapta a los tiempos que tendremos que afrontar, que incluye: una nueva manera de entender las relaciones humanas en una sociedad diversa por orígenes, por géneros y por modelos familiares o sociales, una manera de entender el Estado como la convivencia de varios modelos territoriales y nacionales, y una agenda para afrontar retos tan importantes como la lucha contra el cambio climático o una agenda para reducir la desigualdad.

O bien, si este país opta por un proyecto que busca el retorno de las certezas, que incluye un mantenimiento de roles y estatus como verdad inmutable tanto con respecto a los orígenes, el género o en los modelos familiares, un Estado que basa su fuerza en una naturaleza unitaria y uniforme y una doctrina que incluye el negacionismo climático o un cierto relativismo en pro de los intereses económicos. En definitiva, los electores españoles tendrán que decidir si optan por una evolución o una involución

Capítulo aparte merece Catalunya, con su examen en las urnas a través de los comicios municipales. Una primera prueba para explorar la fuerza creciente del socialismo, reavivando después de la travesía del Procés, y quien alcanza la hegemonía dentro del terreno independentista después de la batalla librada desde 2017 entre ERC y Junts per Catalunya. No hay dudas que en función de los resultados podríamos tener una nueva contienda electoral a principios del año que viene.

El Govern en Catalunya se sustenta hoy con una representación esmirriada que difícilmente le permitirían mantener la estabilidad si el resto de grupos parlamentarios huelen la victoria o buenos resultados después de las municipales y las generales

Pero eso ya es harina de otro costal y queda para un artículo de cara a principios de en el 2024. De momento preparémonos para vivir unos meses en que el voltaje del debate político rinda a crecer y la crispación crezca a medida que vamos acercándonos a las convocatorias electorales. 

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