Opinión
Jaume Barberà

Putrefacción

Hace dos años, el mundo fue testigo de cómo la degeneración profunda y rotunda del Partido Republicano de los Estados Unidos, que ya hacía años que se iba manifestando por todas partes, también a Catalunya, llegaba a su cenit: Una chusma impulsada y animada por la fachenda Donald Trump asaltó el Congreso de los Estados Unidos, con el objetivo de detener la validación de los resultados electorales que habían sacado Trump de la presidencia de la primera potencia mundial.

Aquella chusma causó muertes y habría habido más víctimas si las hubieran encontrado, como por ejemplo, el vicepresidente republicano Mike Pence.

La ultraderecha populista de este partido ha conseguido humillar 15 veces -por las 15 votaciones que ha habido- lo que finalmente lo ha conseguido: Kevin McCarthy. Y no lo ha conseguido sin hacerles concesiones importantes

Aquello fue un golpe de estado. Y ya sé que somos pocos los que desde el primer momento lo vimos así. 

Una parte de la derecha, la que siempre ha considerado que su estado natural es ocupar el poder, no lo duda nada en estos momentos de incertidumbres: democracia, sí, pero limitada y autoritaria.

Todo eso, todo este cáncer populista que destruye impecablemente el Partido Republicano, se ha podido volver a ver esta semana en la elección del presidente de la Cámara de Representantes. 

La ultraderecha populista de este partido ha conseguido humillar 15 veces -por las 15 votaciones que ha habido- lo que finalmente lo ha conseguido: Kevin McCarthy. Y no lo ha conseguido sin hacerles concesiones importantes.

El veneno que Donald Trump ha inoculado en la primera potencia del mundo continúa bien vivo, y se extiende.

Cuando los otros republicanos, los que todavía defienden las instituciones y las reglas, los preguntaban qué estaban haciendo y con qué objetivo, los ultraderechistas los decían que todo era un fraude porque Biden no ganó las elecciones y que, por lo tanto, se tenía que acabar con el “statu quo”, con, les cito textualmente, “la cloaca”. Y, por si ya no fuera suficiente, algunos, incluso, añadían: “… Es que la democracia es un lío”.

Uno de los representantes republicanos que más se opuso a la elección de McCarthy como la tercera autoridad de los Estados Unidos es el congresista por Florida Matt Gaetz. Y lo hizo con estos argumentos de tanto peso intelectual: “Tú no puedes poner el caimán mayor como responsable de vaciar el pantano”.

Gaetz es un negacionista y acérrimo defensor de Trump. Uno ultraderechista populista sin límites.

No hay ningún tipo de duda que las concesiones que McCarthy ha hecho en el sector ultra complicarán mucho la vida parlamentaria e institucional de la Cámara de Representantes y del resto del mandato Biden.

Una parte de la derecha, la que siempre ha considerado que su estado natural es ocupar el poder, no lo duda nada en estos momentos de incertidumbres: democracia, sí, pero limitada y autoritaria.

Lo que pasa a los Estados Unidos, nos guste o no, nos acaba afectando. Entre otras cosas, porque es el referente de las democracias occidentales.

El veneno que Donald Trump ha inoculado en la primera potencia del mundo continúa bien vivo, y se extiende.

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