Opinión
Maria de la Pau Janer
opinión

“Perrear” o la forma de expresar cómo somos

Todo el mundo puede hacer lo que quiera con su culo. Solo faltaría. En un buen “perreo”, el baile de moda entre los jóvenes, los movimientos de las mujeres tienen que ser rítmicos, con las piernas flexionadas, y movimientos bruscos de la pelvis. A Irene Montero, le parece que el “perreo” es una magnífica manera de divertirse con sus amigas feministas. Una conocida me explica que una mujer probó de “perrear” con ella en una fiesta. Se le hizo extraño. La otra se burló un poco, y le habló de dominar el propio cuerpo, de control feminista. La Ministra de Igualdad “perrea” contenta. Cada uno se divierte como puede. 

El escándalo ligado al baile no es ninguna novedad. La noticia es el empobrecimiento del baile y el tipo de relación de pareja que refleja. En el tiempo del fast-food, todo tiene que ser rápido

Hace unos días se hizo viral un vídeo de adolescentes entre catorce y dieciséis años en una discoteca de Barcelona. El horario de la fiesta era de tarde. No se servía alcohol. La misma discoteca colgó el vídeo a las redes: ellas inclinadas en un escenario moviéndose con claras connotaciones sexuales, ellos agarrados en sus nalgas. Algunos criticaron la hipersexualización de los adolescentes. Otros lo consideraron un baile moderno que nació en Jamaica, triunfó en la República Dominicana, y se extendió por toda Sudamérica. Es el “dembow”, un género musical. 

La forma de bailar va ligada a la forma de vivir de una sociedad. Los bailes siempre han reflejado aspectos esenciales de una época y de su manera de entender las relaciones humanas. Han nacido a menudo rodeados de polémicas, han provocado escándalos, y han sido criticados. 

El vals, por ejemplo, fue considerado un baile erótico: los cuerpos próximos, los brazos del hombre envolvente la da, la proximidad de los rostros fueron motivo de escándalo en la primera década del siglo XIX. Cuando en 1868 apareció el cancán, donde las mujeres parisinas alzaban arriba las piernas, hubo polémicas. El tango intensificaba el abrazo y permitía el juego de la improvisación. Era sensualidad en estado puro. También en el siglo XX el Charleston fue calificado de inmoral, el twist convertía, -decían-, la mujer en una muñeca rota, y el rock and roll alzó voces crispadas.

El escándalo ligado al baile no es ninguna novedad. La noticia es el empobrecimiento del baile y el tipo de relación de pareja que refleja. En el tiempo del fast-food, todo tiene que ser rápido: ligar a través de tinder (no hay tiempo a perder), ver series de capítulos que duran veinte minutos, leer poco y deprisa, sobre todo whatsapps, y “perrear”. 

El “perreo” es (aparte de un baile de mal gusto|sabor) una forma de explicarnos: ¿movimientos pélvicos que, empoderan a la mujer o la degradan? Curiosamente, abundan los talleres y los festivales de “perreo feminista”. 

La forma de bailar va ligada a la forma de vivir de una sociedad. Los bailes siempre han reflejado aspectos esenciales de una época y de su manera de entender las relaciones humanas

Vivimos la era de la prisa. Un baile donde, según un grupo de adolescentes entrevistados en Bellvitge, el hombre es el “puto amo|dueño” aunque muchos adultos no lo entienden a causa de un “choque generacional”. 

Aprender a bailar el vals, o el tango, o el rock and roll exige dosis de tiempo, ganas y una cierta habilidad. ¿Cuántas sesiones se necesitan para saber “perrear”? No muchos. La sociedad que refleja el “perreo” es pobre y corre a toda prisa. No sabe hacia donde|dónde. Ha perdido el gusto|sabor por|para el juego de entretenerse en seducir.

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