Opinión
Maria de la Pau Janer
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opinión

Josep Maria Espinàs y las pequeñas verdades

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“No habléis de temas trascendentes. Comentad qué tiempo hace: calor o frío, si llueve o sopla el viento. No aplaudáis, al acto de mi despido”. Josep Maria Espinàs había dejado escrito como quería que fuera su adiós. El adiós que deseaba recibir a la hora de morir. No quería estridencias, ni grandes manifestaciones públicas, seguramente porque no era muy amigo del griterío. Era un hombre humilde, amante de la sencillez y de las pequeñas verdades. No sé si dijo algo sobre las flores, que creo que le habrían gustado. Ignoro también si se refirió la música, él que tuvo una vida tan vinculada con las canciones.

Fue un gran caminante, que conoció la geografía y nos enseñó a quererla en una veintena de libros. Escribió noventa obras

El año pasado hizo 60 años del primer EP de Josep Maria Espinàs, Canta Brassens, que fue descrito como el primer disco de la Nueva Canción. Espinàs sentía fascinación por el cantante francés Georges Brassens desde que lo vio en el País Vasco, en 1954. Fue el fundador de los Dieciséis Jueces y de la Nueva Canción. También fue coautor del himno del Barça.

Era el hombre de la mirada en las cosas, el observador de la gente y de su mundo. Sin prisas, pero sin pausas, se convirtió en cronista de la época que le tocó vivir. En el libro El pequeño príncipe de Antoine de Saint-Eixupéry, el protagonista emprende un largo viaje de asteroide en asteroide. A cada uno encuentra un perfil o un modelo humano que critica a través de la mirada sorpresa del niño. Antes de llegar a la Tierra, el pequeño príncipe conocerá a un geógrafo que vive obsesionado haciendo una gran enciclopedia de todos los lugares: montañas, ríos, bosques, llanuras y valles.

Tiene numerosos colaboradores que le llevan los datos necesarios para la gran obra. Pero el geógrafo no se ha movido nunca de su asteroide. No ha visto correr el agua de los ríos. No ha oído el sonido de las olas marinas. Ni ha hollado la cumbre de ninguna montaña. Seguro que tampoco sabría diferenciar los olores de las plantas que pueblan los bosques. Es el gran teórico, que no sabe poner en práctica todo aquello que estudia.

Josep Espinàs habría tenido que tener una conversación con el geógrafo. A él, que le gustaba escuchar a la gente: Sentarse en un banco, observar en silencio los otros, hacer un comentario discreto, de aquellos que invitan a la charla. Le habría tenido que hablar de sus largas caminatas. 

Era el hombre de la mirada en las cosas, el observador de la gente y de su mundo. Sin prisas, pero sin pausas, se convirtió en cronista de la época que le tocó vivir

Recorrió Catalunya de forma decidida e improvisada. Nunca trazaba rutas previas. Partía de cualquier lugar, pero no sabía ninguno donde. Podía andar quince días. Se dejaba llevarse por el camino, sin buscar monumentos, ni grandes edificios. Solo la ruta tranquila y “aquel observar a la gente” que fue la base de su vida: la curiosidad, la capacidad de mirar, la invitación a la conversación sencilla, próxima. 

Fue un gran caminante, que conoció la geografía y nos enseñó a estimarla en una veintena de libros. Escribió noventa obras. Amó la lengua, que conservaba con toda su riqueza, y que nos transmitía de forma directa, clara. Periodista de artículo diario, escritor prolífico, hombre comprometido y bueno. 

Categoría: Opinión
Etiquetas: Libros Cultura