Opinión
Miquel Pellicer
Tiempo de lectura: 4 minutos
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Los filtros de TikTok ponen en alerta la salud mental

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En el 2018, investigadores de la Universidad de Boston encontraron una correlación directa entre la cantidad de selfis retocados digitalmente y el número de trastornos por dismorfia corporal diagnosticados. Entendemos por dismorfia corporal, la obsesión con los supuestos defectos del cuerpo. 

Salud mental y redes sociales es un cruce de caminos cada vez más habitual. Si añadimos la autopista de la inteligencia artificial, el mapa todavía tiene un mayor impacto.

Patologías de la imagen. Stalin o Franco fueron precursores en la modificación de fotografías, cuando interesaba eliminar a un disidente o salir más alto al lado de Hitler, por ejemplo. La publicidad y los medios de comunicación no se han ahorrado horas de Photoshop en las portadas de las revistas o los anuncios para retocar fotografías de famosos, haciendo subir unos pechos, unos pómulos o rebajar una barriga con las cervezas del fin de semana.

Lo que hace unos años Romà Gubern, escritor e investigador de la historia de los medios de comunicación de masas, identificó como patologías de la imagen, con el auge de las redes sociales ha alcanzado un nuevo nivel de complejidad. Y sobre todo, de viralitat

Sin darnos cuenta hemos integrado los filtros de las redes sociales en nuestras vidas. Aplicaciones como Snapchat, Instagram o TikTok ya hace tiempo que nos permiten poner capas para mejorar de forma automática nuestros selfis. Pero no solo mejorar, modificamos estas imágenes personales, también envejeciendo nuestros rostros, poniéndonos máscaras, extensiones de pelo, convirtiéndonos en personajes Disney o simplemente cambiándonos de sexo. En definitiva, transforman nuestra apariencia y nuestro yo.

Espejito, espejito. Ya hemos visto, probado y publicado muchas fotografías o vídeos con filtros, pero la última invención de TikTok lo peta mucho. Se trata de Bold Glamour, un filtro que transforma nuestro rostro en la versión más bonita.

Bold Glamour utiliza la Inteligencia Artificial (IA) para servirnos en pocos según una sorprendente versión hiperrealista de nosotros mismos. ¿Con este filtro, aquello de “espejito, espejito, dime, quién es la más bonita de todas las mujeres?” sería muy difícil de determinar. 

Millones de avatares. En el reciente libro ‘La democracia muere en la nube’, el etnógrafo digital Josep Maria Ganyet habla sobre algo fundamental: el yo digital. Ganyet dice que en “la red ya no somos individuos, somos avatares entre miles de millones de otros”.

Integramos los filtros de redes sociales en nuestras vidas y en la construcción de nuestro yo digital. Ahora todas las redes sociales nos permiten crear avatares, emojis, skins, emoticonos personalizados... son versiones digitales de nosotros mismos y de nuestras emociones. Todas estas capas, no obstante, hacen evolucionar igualmente aquellas patologías asociadas a la dependencia de la tecnología móvil y, como decíamos al principio, a las frustraciones por nuestra apariencia física. 

Los filtros aportan rapidez, viralidad, popularidad, pero también una nueva versión de aquellas patologías de la imagen.

Entender las derivadas éticas y psicológicas que surgen del creciente uso de este tipo de filtros es fundamental por una transición digital sostenible. Hace falta un enfoque más crítico del uso de la tecnología a la industria de la belleza impactada por las redes sociales.

Cada vez es más difícil asumir que las imágenes compartidas en redes sociales poco se parecen a la realidad. No hemos tenido que esperar al metaverso para ser un plátano, una tortuga o una top modelo. La realidad inmersiva optimizada por la IA nos está sirviendo nuevas perspectivas que se tienen que abordar también desde el terreno de la salud mental.

Categoría: Opinión
Etiqueta: TikTok