Opinión
Maria de la Pau Janer
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El grupo ABBA vuelve a tener veinte años

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Los conciertos atraen multitudes. Miles de personas hacen colas larguísimas para conseguir un buen sitio. El objetivo es situarse a pocos metros de sus cantantes predilectos, acompañarlos cantando las letras de las canciones. Reír y llorar con la música. 

En Londres, se dan unos conciertos muy especiales. Siete días a la semana, sin paréntesis ni respiro, se repite una actuación idéntica. Os preguntaréis si hay grupos de música incombustibles, dispuestos a no tener una noche de descanso para complacer a su público. Quizás algunos dirán que no puede ser, que las voces y los ánimos tienen unos límites, pero hay cosas que pasan y… no son reales.

Se trata del show titulado “ABBA Voyage”, fruto de cinco años de trabajo. Han trabajado las mejores empresas de animación y de efectos especiales. Es un show que, como por arte de magia, resucita el grupo ABBA, cuando sus componentes tenían veinte años. 

Son los avatares de los cuatro cantantes, unas reconstrucciones virtuales que llenan, desde el mes de mayo de 2022, un estadio londinense con capacidad para tres mil personas cada noche. El montaje es realmente increíble: hay instalaciones de guardias de seguridad para proteger las incidencias que pueda causar un público entusiasta. Los clones son perfectos, animados a partir de grabaciones, capturas de movimientos, composiciones informáticas y magia. El público puede verlos en tres dimensiones, en un escenario donde están también siete músicos y tres coristas humanos, de manera que no se puede distinguir entre los que son espejismos y los que son de carne y hueso.

Todos juntos forman un conjunto armónico. 

Los clones son perfectos, animados a partir de grabaciones, capturas de movimientos, composiciones informáticas y magia

Los cantantes de veinte años en el escenario tienen setenta en la vida real. Cada noche, durante el concierto, consiguen el milagro de recuperar la juventud y cautivar al público. Las tecnologías lo han hecho posible. 

Una hora y media es el tiempo que nos lleva a una irrealidad magnífica: los cantantes de ABBA parecen humanos pero dotados de poderes mágicos. De repente crecen y ocupan todo el escenario, como si fueran gigantes de cuento. En un instante cambian de vestuario o se modifica por completo el decorado. ¿Quizás no es la realidad, sino una versión mejorada? Pronuncian discursos. Hablan en un tono ahora nostálgico, después reivindicativo. La gente aplaude.

Una hora y media es el tiempo que nos lleva a una irrealidad magnífica: los cantantes de ABBA parecen humanos pero dotados de poderes mágicos

Todo parece perfecto. ¿A nadie lo sorprende que se prohíba hacer fotografías o vídeos? El objetivo es evitar que la gente descubra un error inevitable: el concierto no tiene espontaneidad, ni frescura, ni sorpresa. Las expresiones de los rostros de los avatares se repiten de forma sistemática. No hay improvisación, ni ningún tipo de feedback real con el público. Todo es mentira. ¿Dónde está la interacción? ¿Existe la posibilidad de conectarse con los artistas? ¿La sensación de que cada espectáculo es diferente, único, lleno de reacciones, matices y gestos inesperados? 

Los espectáculos en vivo y en directo se caracterizan por la tensión que se crea en el ambiente, que se puede percibir, y que sirve para conectar a los artistas con su público. Cuando perdemos la proximidad, la sensación de ver a los artistas que vibran, se emocionan y reaccionan, nos puede quedar un montaje impecable, tecnológicamente digno de admiración, pero sin vida.

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