Opinión
Albert Brosa Sánchez-Maroto
opinión

La vieja política de Xavier Trias

Nos hemos (mal) acostumbrado a la política basada a menudo en la mentira y la destrucción permanente y de tanto repetirse la sociedad lo ha interiorizado. Es tan grave por quien lo ejerce como para quien lo acepta y la pregona, porque la hace buena. Hace unas semanas escribía en Principal que los amantes de la buena política nos tendríamos que revelar en contra la mala política. La que asegura que no se presentará nunca a unas elecciones y acaba siendo alcaldesa y encima repite o de los que dicen querer poner en valor el sector primario y solo provocan incendios forestales entre los campesinos. 

Alguien podría pensar que la definición de lo que se puede considerar ‘buena política’ puede llegar a ser muy subjetivo. Quizás sí, pero desde el punto que las personas sabemos –o tendríamos que saber- diferenciar entre el bien y el mal, entre una buena y una mala actitud, me atrevo a exponer públicamente lo que se puede considerar buena política. 

La buena política es el arte de la negociación, del pacto, del entendimiento, de las buenas formas, de la transparencia, la sinceridad, la verdad... pero sobre todo de la empatía. Al poder legislativo le es muy necesario empatizar. Saber ponerse en el lugarde los otros, y lo digo en plural, permite al político tener una perspectiva ancha de la jugada y tomar decisiones con más criterio. No significa hacer las cosas al gusto de todo el mundo –que es muy complicado- sino con criterio. Y eso es sumamente importante porque se ha instalado el miedo a tomar decisiones simplemente para mantener una posición de poder. Muy triste. Llega un punto que dejan de creer en ti. 

La buena política es el arte de la negociación, del pacto, del acuerdo, de las buenas formas, de la transparencia pero sobre todo la de empatía

Este es el año de las elecciones municipales y después del paro de Navidad, como es lógico, se empiezan a intensificar ciertos movimientos por la convocatoria electoral. Hoy me centro en Barcelona y visualizo a dos de los candidatos del próximo mayo, Xavier Trias de Junts y Ernest Maragall de Esquerra. Maragall ha tomado la decisión, ahora, de renunciar al escaño del Parlament de Catalunya para centrar todos los esfuerzos a su candidatura “porque Barcelona se lo merece”. Comunicativamente no debe ser la frase más acertada cuando la primera pregunta que me viene en la cabeza es “porque ahora sí y antes no?. Me temo que la respuesta pueda ser la misma que cuando cambió de opinión sobre el apoyo a los presupuestos del Ayuntamiento de Barcelona asumiendo la “contradicción” inicial por “responsabilidad”. En realidad, la moneda de cambio fue salvar las cuentas de la Generalitat, aquello que dijo que nunca haría por “responsabilidad”. Bravo.

¿Comunicativamente no debe ser la frase más acertada cuando la primera pregunta que me viene a la mente es “porque ahora sí y antes no?”

Quizás es porque Xavier Trias, y voy al otro perfil, está enfocando la campaña electoral a la vieja manera de hacer política y eso está cambiando los planes de más de uno. Trias es un hombre que ha demostrado juicio y nada de arrebato desde el minuto cero de la aventura municipal. Dejó las cosas claras a Junts, lo hace por Barcelona y empieza en el 2023 comiendo con la alcaldesa Ada Colau –en un restaurante a petición de Trias y con foto por petición de Colau- y pide públicamente a Sandro Rosell que no se presente de candidato para evitar dividir el voto. Una actitud inequívocamente transparente, sincera, próxima y nos recuerda cómo se practica el arte de la vieja política. Xavier Trias podría haber escogido moverse desde el tacticismo, a escondidas y cruzando dichos para que ningún medio de comunicación interesado lo publique. En cambio, lo explica abiertamente, como si la genética convergente emergiera de nuevo. Y no pasa nada porque la sociedad, los votantes, esperan que el político vaya de cara y se explique. Que se les trate como adultos. La imagen que proyecta Trias es la de un hombre que tiene claro el objetivo y quiere llegar con orden y serenidad. 

Eso no significa que todas las negociaciones y encuentros políticos tienen que trascender públicamente, pero es una jugada maestra adelantarse a los acontecimientos y haciendo aquello que los contrincantes no hacen, al menos de momento.